sábado, 7 de septiembre de 2019

TRABAJOS LIBRES - Rene Epstein




FRONTERAS ENTRE LO UNIVERSITARIO Y EL PSICOANÁLISIS

Rene Epstein




Cuando predomina o reina el reduccionismo positivista, el problema epistemológico y gnoseológico es que las fronteras se vuelven muros y no una zona de intercambio. Esto nos sucedió en relación a la universidad, con los problemas para la constitución del IUSAM y la dificultad para su reconocimiento. Las dificultades estuvieron vinculadas a un rechazo desde lo propio, qué desde una profesión de ejercicio individual, por no decir individualista (no como adjetivo sino como parte de su metodología técnica), generan reticencia a aceptar la idea de que el psicoanálisis podía constituir una ciencia, asociado al adjetivo de lo “académico”, lo “universitario”, con criterios generales más bien ideológicos. El deseo de lograr ese reconocimiento estuvo vinculado a “desechar” esa frontera, e integrar el ejercicio del psicoanálisis, en todo caso, como profesión liberal reconocida, ante la franca situación de retroceso en la consulta por el peso de las obras sociales y los sistemas prepagos de atención de la misma. Y en simultáneo con criterios culturales que hacían del discurso y lo pragmático el elemento más importante. Un tema socio-cultural sin considerar lo gnoseológico.

La aprobación de lo “universitario” por el medio (CONEAU) se encontró con un cuestionamiento: un rechazo desde el punto de vista de la relación entre el conocimiento y la didáctica del mismo, de nuevo un aspecto de lo socio (cultural)-científico. Las cuestiones ideológicas generales “académicas” se concentraron en la representación de una supuesta didáctica libre de a prioris, libre supuestamente de autosuficiencias; sin reconocimiento de que las formas de adquirir la aplicación del conocimiento por el sólo contexto de los “trabajos prácticos” no constituían una práctica real de aplicación de la teoría, dadas las características idiosincráticas del psicoanálisis. Se cuestionaba lo que el “análisis didáctico” permitía: una “visualización” mayor que la habitual de esa aplicación. Y que no se trataba de un procedimiento centrado en resolver problemas de salud mental sino en la ampliación de las posibilidades de usar lo mental, con mayor conciencia de lo inconsciente, valga la “incongruencia”. La gran discusión fue para que se lo aceptase en la carrera de Especialización en Psicoanálisis, sin considerar la implicancia epistemológica, práctica y mental, de un aprendizaje del objeto de estudio in situ, por decirlo así.

La importancia de la actividad de “interpretación”, que hace del psicoanálisis una disciplina hermenéutica, “inductiva”, no “deductiva”, avala esa idea didáctica. Véase que Ferrater Mora en su Diccionario de Filosofía, en el apartado sobre Hermenéutica, y refiriéndose a las precisiones de Dilthey, sostiene que “La hermenéutica - que se puede en parte enseñar, más para la cual se necesita una perspicacia especial y la imitación de los modelos proporcionados por los grandes intérpretes - permite comprender a un autor mejor que lo que el propio autor se entendía a sí mismo.”. 

La cuestión de que pueda considerarse al psicoanálisis un conocimiento científico, es decir, que se remite a una realidad objetiva con una metodología adecuada, sigue en pie, e implica también reconocer las fronteras dentro del psicoanálisis, que aún cuestionan el reconocimiento dentro una institucionalización, una “academización”, y en el “depósito” cultural fundamental de lo universal.

Lo impensado en realidad podemos referirlo siempre a una cuestión de ideología. Esta subyace a todo lo pensado, como, por ejemplo, en cuanto a la diferencia entre fronteras y muros: por ello me parece más consistente pensar en ideologías que en prejuicios, pues como causa abarca a éstos últimos. Vieja pregunta acerca de qué frontera marca la Universidad, la academia del conocimiento “verídico”.

En general podemos hablar de fronteras, alrededor y aun dentro del campo de una disciplina, de un conocimiento que, referido a una realidad que se ha logrado delimitar dentro de la continuidad de la naturaleza. es necesario aceptar con demarcaciones nunca sencillas, “monotemáticas”. Y Popper llegó a decir que era científica toda formulación en forma de pregunta: sin frontera. Tenemos lo “interdisciplinario”: ¿“zona de frontera”? en lo teórico, sin desconocer que podemos aceptar otras fronteras. Así podríamos considerar la “confrontación” psicoanálisis-psicoterapia, o el pluralismo de teorías psicoanalíticas y su contexto de aplicación. Cuestiones que nos preguntamos quizás todos los días, dentro del ámbito de nuestra disciplina, el psicoanálisis, temas ya abordados anteriormente (p. ej., Epstein y cols, 2004).

Pero aclaro: considero al psicoanálisis como una disciplina (Epstein, 2003-4), es decir, el ámbito de una teoría convalidada y las consecuencias de su aplicación práctica. Incluyo en ello la idea de un “paradigma” fundamentando esa aplicación, nociones de “inconmensurabilidad” usando las categorías kuhnianas o, en otros términos, de “demarcación” (Popper). Subrayo también que con lo de la “aplicación” aludo al modelo de ciencia de Reichenbach con su sistematización de los contextos: de “descubrimiento”, de “justificación” y de “aplicación”. 

Las fronteras se constituyen cuando la aplicación y la justificación que se induce acerca de la veracidad de cierto conocimiento son considerados o cuestionados por lo socio-científico y lo epistemológico, pero muchas veces sin método ni objetividad, como ejemplifiqué con la cuestión de la didáctica.

Implícito en lo anterior, difícil de considerar y “atravesar”, sigue siendo registrar que el psicoanálisis se ejerce como una profesión “liberal”. A partir de un conocimiento teórico general, totalmente adecuado a pertenecer al concierto de los conocimientos académicos, pero en una situación de uso individual, meramente bipersonal, la distancia entre el conocimiento general y la habilidad para aplicarlo en un “consultorio”, es más que una frontera: es un “espacio”. En este espacio no sólo se produce la aplicación de ese conocimiento general (en una situación que me atrevo a considerar una suerte de “inmersión ideológica” en ese conocimiento), pero con una inmediata posibilidad de determinar si lo interpretado, lo descubierto, tiene cierto grado de verosimilitud. Pero ni adentro ni afuera de nuestra disciplina se termina de hacer consciente que, desde el pluralismo general filosófico-científico muy dominado por el positivismo, esa “inmersión” en realidad es reconocida como una posición y acción “hermenéutica”, interpretativa, inductiva. Ello desdibuja que la interpretación psicoanalítica es la aplicación de la teoría en sesión, en una situación de “contexto de descubrimiento”, al que Popper reconocía como un problema psicológico empírico.

Resumo: entre la “academia” y el psicoanálisis se nos interponen fronteras acerca del tipo de conocimiento, de la forma de adquirirlo y del ejercicio hermenéutico del mismo, que es una forma de gnoseología que no permite una sistematización, la creación de un algoritmo, y que se termina justificando por la aplicación. Esta es una idiosincrasia de nuestra disciplina. Y cuando nos adentramos en lo epistemológico y lo socio-científico (sigo hablando en relación a una institución), la universalidad se supone demarcada. Pero aparecen las fronteras intradisciplinarias (v. p. ej., Epstein, 2005). 

Recordemos una vez más la postulación de Lakatos de los programas de investigación científica, con su aspecto de historicidad, cercana a las ideas kuhnianas, lo que Canestri (2015) plantea como de gran valor heurístico (p. 1577), junto con la pregunta: “…el psicoanálisis ¿es una ciencia?” (op. cit. p. 1576) cuando interviene en el International Journal of Psychoanalysis de 1915, número 6, en una sección de dicho ejemplar elegantemente denominada “Conversaciones Contemporáneas”, “conversación” que se pretende o trata de convertir en una frontera interdisciplinaria muy poco precisada.

Es la “frontera” entre psicoanálisis y neuropsicoanálisis, cuestión que ha determinado un fuerte enfrentamiento entre dos “facciones” así digo por la aspereza de las expresiones vertidas), asentadas en una discusión, en principio, científica, pero no reconocida como hecho socio-cultural. Así lo registran explícitamente Yovell, Solms y Fotopoulou (2015, p. 1522) cuando hablan en las “conversaciones” con Blass y Carmeli (2007) sobre la importancia del neuropsicoanálisis, donde interviene Canestri.

Subrayo desde ya: la consideración de la posición no reduccionista de Lakatos nos sostiene en no pensar de Freud como un investigador más, con faltas de observación (“…lo que Freud no advirtió…”) o “errores” (“…Freud hizo otro error importante.,.”, posturas de Solms (2018, v. p. ej., p. 2 y p. 6, respectivamente), o aseveraciones como que “Freud fue primero un neurocientífico (?) y neurólogo, y solamente más tarde se orientó (?) al psicoanálisis.” (Yovell y cols., op.cit, p. 1516) en la historia del desarrollo de una disciplina recién descubierta.

En su papel de “mediador” atendamos a Canestri. Por ejemplo, considera que la denominación de “neuropsicoanálisis”, sin el guion que inicialmente separaba las dos palabras, “…parece indicar un camino hacia la creación de una nueva disciplina…” (op. cit., p. 1576), y considera que no están dadas las condiciones epistemológicas para ese desarrollo (¡el valor conceptual de un guion, de una supuesta interdisciplina a una disciplina). Así aclara que prefiere hablar de “intersecciones” entre disciplinas, y que en su “conversación” sólo usará las denominaciones “neurociencias” y psicoanálisis (nota al pie, p. 1575).

La “conversación” se plasma pues, representativamente, entre dos grupos de psicoanalistas que confrontan en la mencionada publicación: Y. Yovell, M. Solms y A. Fotopoulou y Rachel Blass y Z. Carmeli. Según la bibliografía, Blass y Carmeli tomaron esa “representación” en dos trabajos de 2007 y 2013 (pero la cuestión en general está iniciada en los años 1980 por diversos autores). En esta controversia aparecen conceptos epistemológicamente confusos pero discutidos. Yovell y cols. sostienen posiciones fácilmente visibles como reduccionistas. Por ejemplo, mencionan la “entidad” “así llamada mente/cerebro” (p. 1526), sostener que el neuropsicoanálisis evolucionó y “simplemente es un puente entre disciplinas…”; que el psicoanálisis y las neurociencias se ocupan, respectivamente, de la mente subjetiva y la mente objetiva (v. p. 1522-3). Y dicen de Blass y Carmeli (2007, p. 21) que: “…no cuestionan que todos los fenómenos mentales necesariamente requieren un substrato biológico…”, pero preferirían que usaran “correlato” en vez de “substrato” que sería menos “reduccionista”.

Desde el punto de vista que estoy tratando de desarrollar sería esencial reconocer que en esta discusión del IJP, Canestri toma un cuidadoso lugar epistemológico, sin entrar mayormente en las cuestiones ontológico-gnoseológicas de cada grupo (que están mejor clarificadas en los trabajos anteriores de Blass-Carmeli, y por el otro grupo en el actual y Solms (2018), pero, nuevamente, sin que así lo sean las cuestiones epistemológicas, es decir, de la organización del conocimiento. Sin entrar en esas “definiciones” del objeto la “aproximación” de los dos grupos: son totalmente diferentes. Pero me permito una síntesis más que sucinta: la cuestión es como considerar la relación entre las neuronas y centros del cerebro y los significados de un discurso lingüístico. 

Canestri pone en buena medida las cosas en su lugar, cuidando su lugar de “mediador”. Sin embargo, plantea más posiciones que las ya citadas. Por ejemplo: “Mi premisa es que se puede hablar de una condición de interdisciplina cuando dos disciplinas comparten la misma metodología, lenguaje y tienen una única epistemología.” (op.cit, 1576). Luego también afirma, yendo a la cuestión ontológica, que queda “…enfatizada la identidad de lo mental y de lo físico, pero también el hecho que no hay en modo alguno leyes estrictas que nos permitan predecir o explicar los fenómenos mentales.” (op. cit., p. 1580). 

Es decir que nos encontramos en esta polémica con un intento de corte “académico” de abordar la frontera en cuestión. Pero la gran dificultad es un espacio entre el conocimiento general y su aplicación, por decirlo de forma tajante, en lo particular e individual. Considero que, si no se hace uso de los conceptos epistemológicos de la complejidad, donde el citado “dualismo monista” (valga la contradicción) podría ser una muestra, nos encontramos con que Yovell y cols. consideran un monismo de doble aspecto (v., op.cit., p. 1526-7), distinta de la idea de Canestri, que habla de heteronomía y “Anomalía de lo Mental” basándose en proposiciones del filósofo D. Donaldson (v. op.cit. 1579-81). Yovell y cols. hablan de la complejidad “del diálogo” que reconocen en la Introducción (op.cit., p. 1515) pero Canestri considera que habría una posición de resolver “La importancia y la relevancia de una teoría a la otra (…) siguiendo un modelo lineal” (op. cit., p. 1578) 

Lo colectivo, lo académico, lo general, aparece a través de la institucionalidad que brindan las asociaciones de los “egresados” de las escuelas o la academia. Aclaro: ambas son instituciones que albergan, proveen, a lo general. En esta distinción que estoy haciendo, donde las fronteras, si no son muros, en realidad deben hacer a las fronteras entre lo general, lo individual, personal, y aun lo particular, nos encontramos con lo ontológico del conocimiento general, lo gnoseológico de su averiguación, su investigación, y lo particular e individual de su uso, en una ontología que queda entre la teoría y la práctica.

Subrayo así un punto de vista socio-político implícito que me hizo hablar de facciones, pues justamente la cuestión epistemológica, y sus aspectos ontológicos no son desarrollados con claridad por las dos posiciones, lo que sería nuevamente una cuestión científica: de conocimiento objetivo desde dos “fenomenologías” distintas sobre un mismo trozo de la naturaleza. 


Bibliografía

  1. Blass, R. B. and Carmeli, Z. (2015): “Further evidence for the case against neuropsychoanalysis: How Yovell, Solms and Fotopoulou response to our critique confirms the irrelevance and harmfulness to psychoanalysis of the contemporary neuroscientific trend.” Int. J. Psychoanal., 1555-1573 
  2. Canestri, J. (2015): “The case for neuropsychoanalysis.” Int. J. Psychoanal., 1575-1584 
  3. Epstein, R. (2003-4): “Las fronteras y la matriz disciplinaria psicoanalítica: análisis epistemológico de lo hermenéutico y lo científico.” Psicoanálisis, 25 (1), 93-103 (2004, 43° Cong., API, N. Orleans) 
  4.                 (2004): “Comparando sesiones de psicoterapia y psicoanálisis.” 
  5.               (2005): On: Psychoanalytic pluralism. Letter to the Editor, Int. J. Psychoanal., 2005, 86, 1713-4 
  6.             (2008): “El psicoanálisis como una disciplina: como tal, universitaria”. Primer Congreso Chileno de Psicoanálisis: “Psicoanálisis y Universidad”. Asociación Psicoanalítica Chilena, S. de Chile 
  7. Epstein, R., Murillo, M. y Barletta, L. (2004): “Comparando sesiones de psicoterapia y psicoanálisis.” Congreso del Cap. Latinoam., Society for Psychotherapy Research, Bs. Aires 
  8. Solms, M. L. (2018): “The Neurobiological Underpinnings of Psychoanalytic Theory and Therapy” Frontiers in Behavioral Neuroscience, HYPOTHESIS AND THEORY published: 04 December 2018 doi: 10.3389/fnbeh.2018.00294 
  9. Yovell, Y, Solms, M. and Fotopoulou, A (2015): “The case for neuropsychoanalysis. Why a dialogue with neuroscience is necessary but not sufficient for psychoanalysis.” Int. J. Psychoanal., 1515-1553.

Descriptores: Psicoanálisis, neuropsicoanálisis, interdisciplina, epistemología. 


Resumen 

Se plantea el tema de las fronteras de la disciplina psicoanalítica con instituciones (universitarias) pero también con otros desarrollos teóricos interiores a la misma que sólo se mencionan. Pero en particular, se considera la “zona interdisciplinaria” entre las neurociencias y el psicoanálisis en el contexto de considerar una la disciplina psicoanalítica 





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