MIGRACIONES ADOLESCENTES, CRISIS Y REORGANIZACIÓN
Lic. Bettina
Kamelhar - Lic. J. Sebastián Sequeira López[1]
O Emigrante que parte não parte inteiro:
deixa para trás a terra que leva,
agarrada às solas dos sapatos, com um enorme
buraco aberto no peito;
o
Imigrante que chega ao destino é o estranho homem dividido entre um lá e um cá,
sem verdadeiramente a nenhum lado pertencer
por inteiro.
Arsénio Mota
(2012)
Las migraciones suelen ser conmocionantes
en general. Representan una crisis, una situación
en la que se duda de la continuidad
de un proceso. Cuando
se dan en la adolescencia, acontecen en un contexto del desarrollo emocional muy
particular: el de transformación y remodelación de la organización psíquica y
vincular.
Al finalizar el secundario, muchos jóvenes
migran de su lugar natal hacia ciudades capitales para estudiar una carrera
universitaria. Como en cualquier migración, están llenos de ilusiones,
proyectos, expectativas, miedos y prejuicios. A los trabajos de duelo que
venían haciendo, se les sumará la pérdida de referencias externas, del ámbito
cotidiano, del grupo de amigos, del hogar como lugar de referencia.
En general los adolescentes que migran a
estudiar se ven en una situación de exigencia yoica. Esto les implica un gasto
libidinal que obliga a hacer uso intensivo de las defensas a las que están
acostumbrados y otras nuevas. Se pone a trabajar el repertorio defensivo para
poder ocuparse de lo nuevo, lo que asusta, lo urgente del cambio, en pos de un
intento adaptativo a un ambiente nuevo, a nuevos vínculos, a nuevos modos de
interacción. Son múltiples las demandas a responder. A lo esperable para la
adolescencia, se le agrega una interferencia en la continuidad
existencial. No una ruptura (Winnicott), pero si se pone en riesgo. Un desfasaje
en la continuidad del ambiente y sus funciones que en lugar de apuntalar el
crecimiento empujan al sujeto a suplirlas por sí mismos y prematuramente. Se
incrementa el riesgo en la continuidad del ser, propio de la adolescencia.
Lograr una adaptación al medio es hostil,
por la magnitud del cambio, por la intensidad de una ciudad tan grande, y sobre
todo por la diferencia con su lugar natal, no es tarea sencilla. Lo que marca
la mayor dificultad, es que están solos y el hogar no está a la vuelta de la
esquina. No hay un remanso donde poder dar descanso al psiquismo que está
trabajando a toda potencia para preservarse. No hay terreno transicional.
Como un segundo proceso de individuación la
adolescencia desplegará modificaciones pulsionales y yoicas específicas con un conflicto
integral. Muchas cosas de la infancia se reviven y reeditan para
constituirse en un nuevo reordenamiento (Peter Blos).
En
los caminos que se abren, el adolescente dependerá de los aportes del mundo
externo para formar su personalidad, sostener su identidad, su sexuación y dar lugar al devenir subjetivo. La familia es el
escenario de prueba para confrontar y cuestionar, para trasgredir, pelear,
discutir, probar nuevos razonamientos y así ir diferenciándose. El sostén de vínculos extrafamiliares durante la adolescencia es
clave para el decurso del proceso adolescente y su salida al mundo. Es una época de
sentimientos de fracaso y desamparo, de entusiasmo y proyectos.
Entonces uno de los trabajos por los que se
caracteriza la adolescencia es la consolidación de la exogamia (hogar). En una etapa con muchos frentes abiertos (el
cuerpo, lo pulsional y los vínculos, los objetos parentales, las
identificaciones, el narcisismo el futuro, etc.), y luego de la estabilidad del
psiquismo conseguida en la latencia, hablar de adolescencia, es hablar de
impacto, de conmoción, de crisis.
El adolescente es un migrante de su
propia infancia. Ya se encuentra transitando una crisis. Podemos pensar la migración adolescente como una
amplificación del proceso exogámico, para la cual el adolescente puede no estar
lo suficientemente preparado. Todavía no están terminados los procesos propios
de la adolescencia. Si bien la finalización del colegio secundario implica
proyectos y pensar en el futuro, el adolescente está atravesando el duelo de la
conclusión de un ciclo, de un grupo de pertenencia y de referencia, un lugar de
cuestionamientos y a la vez de descanso para la toma de decisiones. Hasta aquí
le decían lo que tenía que hacer, y existía cierto amparo en la responsabilidad
externa sobre sus acciones. Una vez migrado, se suma el duelo por el hogar, y
por el funcionamiento conocido. El cambio en la cotidianeidad, de sus vínculos
con amigos, compañeros y familia, deja al adolescente en un clima de desamparo,
expuesto para enfrentar lo nuevo de manera drástica. El lugar para volver al
final del día y descansar está todavía por construirse.
Lara, con 19 años consulta por sentirse angustiada y no sabe por
qué. Viene de una ciudad de la provincia de Buenos Aires.
Reacciona muy mal y se irrita. Está ansiosa, impulsiva. no puede pensar. Hace
unos meses dejó la facultad, sigue trabajando. “Me dan ganas de llorar, me
sentía sola y quería estar con mis amigas. Dejé de
estar todo el día ocupada”. Empezó a extrañar al padre que falleció 9 años antes.
Carolina consulta a los 19 años, por ataques de pánico y crisis de ansiedad con agorafobia. No puede
dormir ni estar sola. Tiene miedo a la oscuridad y fobia a los aviones. El
primer ataque de pánico lo tuvo antes de su viaje de egresados. Si bien tiene
familia en Buenos Aires, es de una ciudad lejana. No quería venir a estudiar.
Vemos en la clínica una consulta
particular, de adolescentes migrados con crisis de angustia. Entendemos como
característico la aparición de un desborde de angustia luego de un periodo
asintomático, en el que el sujeto exigido, había puesto a trabajar todos sus
recursos para defenderse de la soledad, la extrañeza, lo que no se tramitó y
para los trabajos que quedaron en pausa.
Luego de uno o dos años de enfocarse en la
adaptación al nuevo ambiente, lo dejado de lado surge como angustia automática
restringiendo su hacer cotidiano. Muchas veces las crisis de angustia son
desencadenadas por situación que en otras condiciones no hubiera causado un exceso
económico de tal magnitud. La estabilidad precaria que se consigue por un sobre
esfuerzo del yo, acusa impacto por una frustración académica,
una ruptura amorosa, una visita a casa, o alguna otra cosa que en principio no
aparece ligada a los episodios de angustia.
No hay ni tiempo ni disposición psíquica para
detenerse. Mejor dicho, para encarar o enfrentar lo que se está dejando en un
momento que lo novedoso es masivo. Es difícil trabajar los duelos cuando la
realidad apremia. Cuando la incipiente seguridad del self tambalea y lo nuevo
amenaza. Frente a la ausencia concreta de las figuras de sostén, si estas no
están lo suficientemente internalizadas, la migración puede ser traumática. Se
ponen en suspenso los
referentes identificatorios y la pregunta por el ser, no se puede responder.
Entendemos el encuentro con un analista
como una oportunidad para pensar y crear aquello que no se pudo en otro tiempo,
un trabajo que quedo detenido y sin elaborar. Un espacio intermedio por crearse
para producir una nueva escritura, con el aporte del pasado que insiste. El
vínculo transferencial permitiría la emergencia aquello que le es propio y
hasta entonces desconocido por el sujeto.
La relación terapéutica
como un entorno emocional facilitador, favorecerá el despliegue de la
experiencia y permitirá retomar los trabajos psíquicos interferidos, para
integrar y dar coherencia al desfasaje que se dio en el salto de la continuidad
de su propia historia que significó la migración. Es tarea del analista brindar
las funciones ambientales para posibilitar la creación de algo que nunca
estuvo, un experienciar donde el sujeto pueda producir un camino que es pura
invención de quien lo transita, en el vínculo con los otros, más allá
de los otros, pero no sin ellos. Propiciar una salida transformadora, donde el
cambio y la creación permitan pensarse con libertad.
Bibliografia
- Castoriadis-Aulagnier, P. (1975). “La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado.” Buenos Aires, Amorrortu 1991
- Fiorini, H.: “El psiquismo creador.” Buenos Aires, Nueva visión, 2006.
- Freud, S. 1925, “Inhibición, síntoma y angustia”, AE, vol. XX.
- Freud, S. (1905): Tres ensayos de teoría sexual. A.E., O.C., T. VII.
- Irigoyen, R., Minotto, H., Perez Lloveras, C. (1992). “Crisis: Tópica de lo traumático.” Buenos Aires, Tekne S.R.L. Liberia Editorial.
- Morin, E. (1998). “La inteligencia ciega. Introducción al pensamiento complejo.” Buenos Aires, Gedisa
- Stordeur, M. (2017). “Crisis, resiliencia y vínculo terapéutico. Abordaje en psicoterapias”. IX Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XXIV Jornadas de Investigación XIII Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
- Winnicott, D. W. (1965) Los procesos de maduración en el niño y el ambiente facilitador. Buenos Aires, Paidós, 1993.
- Winnicott, D. W. (1965) El concepto de trauma en relación con el desarrollo del individuo dentro de la familia, Buenos Aires, Paidós
Descriptores
Migraciones
– Adolescencia – Duelo – Elaboración – Crisis de angustia.
Resumen
Las migraciones adolescentes acontecen en un
contexto del desarrollo emocional muy particular. Trabajos de duelo, pérdida de
referencias externas, del ambiente cotidiano como lugar de referencia.
En
general los adolescentes que migran a estudiar se ven en una situación de
exigencia yoica que pone a trabajar el repertorio defensivo con un gasto
libidinal importante. Se produce una interferencia en la continuidad
existencial (Winnicott).
Pensamos la migración adolescente como una amplificación del
proceso exogámico.
Planteamos
un tipo de consulta particular en nuestra clínica, la de adolescentes migrados con
crisis de angustia. Entendemos el encuentro con un analista como una
oportunidad para pensar y crear aquello que no se pudo en otro tiempo.
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