viernes, 6 de septiembre de 2019

TRABAJOS LIBRES - Horacio Rotemberg



EL NARCISISMO: UNA APROXIMACIÓN A SUS FRONTERAS CONCEPTUALES

Horacio Rotemberg



Referentes teóricos

El concepto de narcisismo ha sido retrabajado desde distintos vértices desde su teorización inicial en 1914. Por ese motivo, en su heurística, coexisten planos complementarios que amplían la posibilidad de captar e integrar sentidos y, así, correr fronteras significantes dentro de la compleja realidad que emana de la práctica clínica.

El término narcisismo, desde un punto de vista fenoménico, alude a la capacidad de auto reconocimiento y auto convalidación que el sujeto establece paulatinamente en el transcurso de su desarrollo.

Metapsicológicamente se refiere a ese particular destino libidinal que establece en el sujeto una imagen unificada de sí. Esta imagen lo cohesiona y le permite tomarse a sí mismo como objeto de amor. Dicha representación imaginaria se convalida desde lo vincular y su delimitación inicial está condicionada por un vínculo específico definido por Freud como una ligazón libidinal previa a toda relación de objeto.

Freud, en esta definición, delimita a lo que él llama narcisismo primario, concepto que implica una singular paradoja: a) el sujeto integra mismidad a través de un proceso dinámicamente inconsciente denominada identificación primaria; b) este proceso está necesariamente condicionado por una función identificante activa proveniente del entorno humano que lo circunda; c) el infante se adueña en acto de su corporeidad inicialmente no integrada sin que en los orígenes de este proceso la conciencia incipiente posea la capacidad de atribuirle sentido a lo objetal.

Ese nuevo acto psíquico integrador, teorizado como constituyente del narcisismo primario, se realiza inicialmente sin una concomitante delimitación de la otredad. Este acontecimiento instala una dialéctica con el semejante en la que, paulatinamente, irán cobrando formas la propia identidad, la objetalidad y la coexistencia. Este proceso, a lo largo de dicha etapa primaria del narcisismo, transcurre dentro de lo que la escuela francesa de psicoanálisis describió como un movimiento oscilante al que denominó de alienación <> separación en el cual el sujeto, alternativamente, se diluye en el otro y se delimita del otro.

Esta dramática propia del narcisismo primario va a estar precedida conceptualmente, a partir de los años 30, por una nueva dimensión narcisista. Esta dimensión Freud la consigna en su Esquema del Psicoanálisis bajo la denominación de Narcisismo Primario Absoluto. Esta nueva perspectiva introduce un cambio en la comprensión de los procesos de consolidación narcisista.

En este narcisismo primario absoluto, al ser conceptualmente una fase primordial de un psiquismo incipiente, la libido inviste a una estructura aún no cohesiva, básicamente auto erótica, con esbozos parciales y transitorios de integración.

La presencia vinculante, estructurante, del otro es la que promueve en el proto sujeto una dialéctica paulatinamente intersubjetiva.

Esta  dialéctica es la que orienta a la libido narcisista hacia la unificación de los esbozos de subjetividad inicialmente dispersos.

La estabilización unificante se da en el contexto de los procesos propios del estadio del espejo teorizado por Lacan, estadio a nuestro entender tributario del narcisismo primario freudiano. Esta nueva fase, a partir de los años 30, deviene conceptualmente segunda en cuanto al orden de aparición.

La transformación que lleva del narcisismo originario al primario puede ser perturbada por la incidencia, a lo largo de este tránsito, de acontecimientos traumáticos que perturben una apropiada integración subjetiva. Este acaecer puede determinar una falla radical tanto en la delimitación del sí mismo como en la capacidad de construir realidad consensual.

A partir del momento en el que la dialéctica narcisisante especular logra estabilizar la unificación subjetiva el mecanismo de identificación secundaria es el que, en la continuidad existencial, se encarga de consolidar a la estructura psíquica.

Este nuevo mecanismo inaugura la etapa del llamado narcisismo secundario.

En esta fase se integran a la identidad básica diversos rasgos caracterológicos producto de los intercambios vinculares.

Estos rasgos enriquecen y complejizan la estructura caracterológica del Yo; lo consolidan en su capacidad operativa de discernir su propia realidad existencial en conjunción con la de construir realidad exterior.

La resolución del Complejo de Edipo parte aguas dentro de dicha dinámica. El narcisismo secundario post edípico está regido por la inclusión del Ideal del Yo/Super Yo en la estructura psíquica. A partir de esta resultante el sentimiento de sí y la autoestima – ambos expresiones de un narcisismo secundario evolucionado en torno a ideales éticos – van a estar regulados por una nueva sub estructura psíquica heredera del narcisismo originario y de los códigos morales del entorno.

El sujeto pasa a depender de un código valorativo interno que tamiza y relativiza en mayor o menor medida las influencias externas subsiguientes.

Por todo lo antedicho las cuatro fases por las que atraviesa el narcisismo en su derrotero epigenético – la originaria, la primaria y la secundaria en sus dos dimensiones: pre y post edípica – conforman jalones evolutivos que, al fijarse, condicionan distintos destinos psicopatológicos y, cuando se transitan exitosamente, le facilitan al sujeto como colofón el auto reconocimiento convalidante de sí mismo.

Las transformaciones narcisistas, una vez consolidadas, sostienen la identidad subjetiva desde un basamento tópicamente inconsciente que incluye tanto a sectores del Yo como del Super Yo.

La teorización sobre el narcisismo, al ser tributaria de conceptos psicoanalíticos fundantes – la psicosexualidad y la tópica inconsciente en sus sucesivas  transformaciones en el decurso de los procesos de estructuración subjetiva – amplía las fronteras comprensivas dentro de la práctica clínica.

El narcisismo y su impronta en la clínica

Las sucesivas transformaciones de un narcisismo que, en su devenir, complejiza y sostiene a las cualidades subjetivas, cualidades que varían de fase en fase, habilitan las siguientes apostillas teórico-clínicas:


Narcisismo Primario Absoluto: A este narcisismo se lo puede denominar originario ya que sostiene desde sus orígenes el devenir de la constitución subjetiva.


La fijación en esta fase, en la que la estructura psíquica aún no está organizada, implica diversos déficits en la cohesión subjetiva y perturbaciones  en la consolidación de una identidad básica que integre el psique soma.

Desde un punto de vista psicopatológico la ausencia de una identidad básica integradora de la subjetividad es ostensible en la estructuración propia del autismo esencial, aquel que sostiene las manifestaciones subjetivas predominantemente desde prácticas autoeróticas sin que se alcance una identidad cohesionante.

Los procesos regresivos que reactualizan esta fase originaria del narcisismo se observan en el decurso del brote esquizofrénico. Al desencadenarse el episodio psicótico el sujeto pierde los referentes identitarios que lo estabilizaban precariamente sobre la base de vínculos narcisistas fusionales. La pérdida de estos vínculos fractura el precario orden estructural alcanzado siendo impredecibles las vías restitutivas ulteriores.  

Narcisismo Primario: La dialéctica alienación<>separación propia de esta fase participa en la conformación de aquellos vínculos enajenantes que estabilizan al sujeto durante el período previo al estallido estructural propio del brote esquizofrénico.

La fijación a esta fase narcisista también se observa en la modalidad paranoica de estabilización, modalidad que opera como conjuro y resguardo frente a la amenaza estructural que pende sobre la propia existencia. Si al inquietante influjo del otro no se lo neutraliza con “armas” apropiadas este influjo adquiere un sentido ominoso relacionado con la invasión y expropiación del propio espacio existencial.

Los ciclos melancólicos, a su vez, evidencian una lábil integración psique<>soma resultante de procesos subjetivantes que no alcanzan a conferirle una genuina autonomía al sujeto dentro de la dialéctica separación<>individuación. El desencadenamiento del ciclo melancólico promueve, inexorablemente, una vivencia de derrumbe vital. En ese acontecer, la inestable ligadura libidinal narcisista de la propia imagen deja de operar como factor cohesivo de un proyecto existencial posible.


Narcisismo Secundario Pre Edípico: El decurso fallido de esta etapa está condicionado por múltiples acontecimientos traumáticos de difícil elaboración. Sus incidencias promueven diversas estructuraciones caracterológicas que se estabilizan sobre la base del mecanismo de la desmentida.


Estos caracteres, por carecer de un Ideal del Yo como referencia, no son capaces de generar proyecto autónomos de largo aliento en los que se equilibren el cuidado del sí mismo y del otro, En estos sujetos coexisten escindidos engramas perturbadores que, al activarse frente a ciertos estímulos significantes, promueven estados de conciencia intolerables que se desmienten promoviendo diversos pasajes al acto y una variedad de estrategias adaptativas “como sí”.

Este es el campo propio de las denominadas neurosis narcisistas. Dentro de esta delimitación nosológica coexisten una variada gama de entidades clínicas que van desde las estructuras denominadas fronterizas, con sus conjuntos de abigarradas manifestaciones, hasta las modalidades perversas de estabilización.   


Narcisismo Secundario Post Edípico: Las estructuras caracterológicas surgidas en esta etapa tienen como basamento libidinal a un narcisismo sostenido por la operatoria reguladora e integradora del Ideal del Yo/Super Yo. Esta instancia es la encargada de modular el sentimiento de sí y la auto estima, sentimientos que se convalidan en el devenir de proyectos existenciales en los que predominan la capacidad reflexivo-simbólica y el criterio de realidad.


Sus aspectos fallidos derivan de una inapropiada resolución del Complejo de Edipo. La misma no asegura un cauce apropiado para la circulación de deseos ni promueve una apropiada consolidación de la identidad de género. Dicha conjunción genera la dimensión conflictiva que es propia de las así denominadas psiconeurosis de transferencia.

Interrogantes

¿Se puede afirmar que la teorización freudiana sobre el narcisismo sostiene la idea que en el origen de la vida psíquica el infante es equiparable a una mónada autosuficiente – perspectiva que algunos psicoanalistas le atribuyen a la conceptualización freudiana – siendo que Freud subraya taxativamente que la prematurez del infante humano hace imposible su desarrollo autónomo ya que, en el estadio originario de narcisismo primario absoluto no está aún conformado como una unidad operativamente integrada?

¿Es posible plantear, a partir del valor determinante que le confiere Freud a la incidencia de la tópica inconsciente sobre la vida de relación, que la perspectiva freudiana desconoce el papel fundante de los vínculos instituyentes dentro de la epigénesis constitutiva de la subjetividad y el efecto condicionante que la realidad exterior ejerce sobre las manifestaciones subjetivas tal como lo ejemplifica en el caso Dora?

El lugar conceptual que la transferencia ocupa en la técnica psicoanalítica: ¿No ubica a lo vincular tanto en el origen del sufrimiento como en la resolución del mismo?

La concepción freudiana sobre la novela familiar y la bioniana sobre la hilera mítica: ¿No plantean que la fantasmática inconsciente está condicionada, en su papel significante, por el basamento narcisista que la sostiene, siendo ese basamento el reaseguro de una continuidad vital subjetiva? Desde esta perspectiva, la construcción fantasmática, ¿No deviene necesariamente el correlato existencial, vivencial, de una pulsión que, a la par que inviste al sí mismo le da un lugar dentro de un mundo significante? Esta perspectiva: ¿No incluye al conjunto representacional-afectivo propio de toda subjetividad como un producto de sucesivas transformaciones vivenciales que modulan el ser trascendiendo lo constitucional?

Por lo antedicho: ¿No es el psicoanálisis desde sus orígenes una teoría ostensiblemente intersubjetivista, aun cuando dicho término obtenga recién carta de ciudadanía psicoanalítica en la era conceptual post freudiana?


Bibliografía

  • Bion, W. R. (1990): Una Teoría del Pensamiento, En Volviendo a Pensar. Buenos Aires Horme. 
  •                   (1997): La Tabla y la Cesura México Gedisa. 
  •  Freud, S. (1992): Introducción del Narcisismo, Etcheverry (Traduc.) Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. XIV, pp. 65-98) Buenos Aires Amorrortu (Trabajo original publicado 1914). 
  •               (1993): Esquema de Psicoanálisis Etcheverry (Traduc.) Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. XXIII, pp. 133-207 Buenos Aires Amorrortu (Trabajo original Publicado 1940. 
  •  Lacan, J. (1971): El estadio del espejo como formador de la función del Yo tal como se nos revela en la experiencia analítica. Escritos I (pp. 11-18) México Siglo XXI (Trabajo original Publicado 1949). 
  • Miller, J.A. (2014): La Psicosis Ordinaria Buenos Aires Paidos. 
  • Rotemberg, H. (2006): Estructuración de la Subjetividad Buenos Aires Ediciones del Signo. 
  •                         (2015): Envidia y Narcisismo: La Pulsión y sus Vicisitudes Trabajo presentado en el Ateneo  Clínico de APdeBA (6/X/2015) 


Descriptores
Narcisismo – Narcisismo Originario – Epigénesis – Clínica Psicoanalítica.

Resumen
El texto define al narcisismo como uno de los destinos de pulsión, aquel que toma como objeto libidinal al sí mismo. Describe el desarrollo epigenético del movimiento libidinal narcisista y conceptualiza dentro del mismo cuatro fases: a) la del narcisismo originario; b) la del narcisismo primario; c) la del narcisismo secundario pre edípico; d) la del narcisismo secundario post edípico.

El concepto de fijación aplicado a cada una de estas etapas facilita la delimitación de los distintos destinos estructurales psicopatológicos. Esta conceptualización facilita la comprensión meta psicológica de las diversas estructuras clínicas contribuyendo al armado de una nosología psicoanalítica.

El escrito incluye una serie de interrogantes con el fin de subrayar que el psicoanálisis es, desde la teorización freudiana, una teoría ostensiblemente intersubjetiva, por más que dicho término se incluya en el vocabulario psicoanalítico recién en la era post freudiana.

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