sábado, 7 de septiembre de 2019

TRABAJOS LIBRES - Mercedes Díaz, Natalia Mendonca y Laura Ramos



CUANDO DUELE RECORDAR. UNA ESCENA INFANTIL A RECONSTRUIR EN SESIÓN  


Lic. Mercedes Díaz, Lic. Natalia Mendonça, Lic. Laura Ramos 

Grupo Psicoanalítico del Oeste 



Se presentará el material clínico de una mujer adulta que, a partir de los casos difundidos en los medios de comunicación sobre abuso sexual infantil, empieza a tener sensaciones en el cuerpo y ciertas dudas al respecto, recurre a una sesión de hipnosis y se le presenta una escena de abuso en su infancia. Luego de la hipnosis comienza a padecer crisis de angustia y dificultades para dormir, por lo que decide realizar la consulta con una analista. 

En las sesiones se angustia, no llora, pero se le entrecorta la voz, se refriega las manos. Comienza a dudar de sus recuerdos, se pregunta cómo pudo haberse olvidado algo así. No obstante, cada vez tiene más recuerdos, recuerda olores, sabores, sensaciones. Freud (1919) conceptualiza lo Psíquico como aquello que permanece en estado inconsciente y desde allí despliega sus efectos impidiendo un acceso fácil a ese contenido reprimido. El acto de frotarse las manos, el cuerpo y la voz que se pierde representan lo que no está permitido nombrar, como si la presencia de su tía actuara en el cuerpo impidiendo compartir con otro eso acontecido. Sin certezas de la realidad fáctica su analista cree en esta realidad psíquica que se actualiza en sesión. 

Nos preguntamos sobre aquello que María comparte en sesión y cómo seguir nuestro análisis del relato. ¿Todo lo que le presenta a su analista está prohibido compartir o son contenidos que nunca se compartieron porque no ingresaron a representaciones palabra? Seguimos la técnica freudiana que nos indica que “Uno debe escuchar y no hacer caso de si se fija en algo. Lo que uno cosecha de esta manera llena todos los requerimientos en el curso del tratamiento. Los elementos del material que ya se ensamblan en un nexo quedarán a la disposición consciente del médico; lo otro, lo todavía incoherente, lo que brota en caótico desorden, parece naufragado al comienzo, pero reaflora con presteza en la memoria tan pronto como el analizado presenta algo nuevo a lo cual referirlo y a través de lo cual se lo pueda continuar.” (Freud, 1912, pp. 112). Así en este compartir lo ligado y lo no ligado la analista va tolerando lo que brota en caótico desorden mientras sigue el camino de una “fábrica de sueños” (Freud, 1900), María comienza a soñar. Favorecido por el trabajo en análisis lo que aún no puede ser recordado ni nombrado comenzó a ser soñado. Estos sueños tienen contenidos reprimidos y otros construidos, y comienzan a relatar una historia que no podía ser dicha ni pensada. 

Las sesiones transcurren en un continuo intento de compartir lo que nunca pudo ser pensado, lo impensado de la sexualidad, eso incompartible que solo puede ser recordado en sensaciones en su cuerpo, elementos beta al decir de Bion (1962) que solo pueden ser evacuados. En las sesiones sus palabras son pocas, pero abundan los afectos y emociones como improntas corporales que buscan ser codificadas, cifradas, retranscriptas para poder ser pensadas y compartidas. Para Bion, el pensar implica el trabajo de dar sentido y significado a la experiencia emocional, para lo cual es indispensable tolerar la frustración y soportar el dolor mental que invariablemente surge cuando nos encaminamos a buscar nuestra propia “verdad”. 

La escena compartida desde el colectivo de mujeres despierta afectos, sensaciones ¿recuerdos? que la unen a dicho colectivo. Comparte con el grupo una fuerza, una ideología, pero también un padecimiento. El suceso compartido con otras le da la fuerza que le permite conectarse y animarse a indagar sus sospechas, sospechas que sola no habría podido cuestionar, tal vez porque cuando quiso hacerlo, no pudo compartirlo con nadie, el colectivo familiar no prestó palabras, lo que se compartió fue el silencio. La apoyatura de lo visual de la denuncia del colectivo de mujeres le permite comenzar a investigar aquello que no podía ser pensado y menos aún recordado. El observar a otras que dicen algo que tiene que ver con ella, le presta imagen y palabras para animarse a investigar. 

Bion (1962) le da una gran importancia a la influencia del ambiente en el desarrollo de la capacidad de pensar. Describe la capacidad de reverie de la madre, esa capacidad de ensueño es la que le permite a la madre recibir las identificaciones proyectivas del bebe y transformarlas en elementos pensables. El bebé, vía identificación proyectiva coloca en la madre las experiencias emocionales que no puede tolerar, así describe una especie de comunicación primitiva, sin palabras. El bebé coloca en la madre el sentimiento, por ejemplo, de que se está muriendo (elementos beta), la madre se identifica con ese sentimiento, pero como tiene un psiquismo más evolucionado capaz de tolerarlo, puede contenerlo en su interior y devolvérselo al bebe con un significado (elementos alfa). La función alfa es la que lleva a cabo el trabajo de transformar los elementos beta (emociones, sensaciones, percepciones que carecen de significado) en elementos alfa (emociones transformadas, con significado, elementos que constituirán los pensamientos). El bebé al reintroyectar estos elementos incorpora esta función en su interior, así introyecta en forma embrionaria la capacidad para pensar, simbolizar y tolerar la frustración. 

Al describir la función del ambiente señala también sus fallas y sostiene que lo peor que puede hacer el ambiente es negarle al bebé el uso de la identificación proyectiva. Así señala las consecuencias de las fallas en la capacidad de reverie de la madre: los elementos beta son reintroyectados, sin transformación, en peores condiciones, son cosas en sí mismas que no pueden ser pensadas; en consecuencia, el bebé hipertrofia el mecanismo de identificación proyectiva. Así Bion (1962) explica que si el bebé o la persona no logran tolerar la frustración y el dolor mental que implica dar significado a las cosas, los elementos primitivos dentro de la mente se quedarán ahí como elementos beta, una especie de basura que solo puede ser evacuada, expulsada en forma de somatizaciones, discursos sin sentido, alucinosis, actuaciones, entre otras. 

Así cómo el niño necesita de un otro que le preste palabras, que sea capaz de ayudarlo a dar sentido y significado a la experiencia emocional (Bion, 1962), María necesita a otros que le ofrezcan un espacio, un continente que sea capaz de contener esa experiencia emocional, esos elementos beta (Bion, 1962) que no sirven para ser pensados y solo pueden ser evacuados. Eso que quedó inscripto en el cuerpo, en una inscripción que no logró quedar representada, que no alcanzó el estatuto de representación palabra que le permita entrar en cadena asociativa y ser compartida como propia con otros. 

Aquello que no se comparte, la sexualidad adulta, con los niños deja una marca que cobra el carácter de imposible, de incompartible, en tanto es impensado. Cuando María logra comenzar a simbolizar algo de aquella escena, que empieza a construirse en la televisión y luego en la hipnosis, puede comenzar a transcribir y reordenar (Freud, 1896) aquellas marcas profundas y compartirlas con otro. La analista presta su función alfa, le presta su aparato para pensar pensamientos, y esos elementos beta son transformados en elementos alfa, en la materia prima de los sueños, la materia prima de los pensamientos (Bion, 1962). 

Lentamente los intentos de desembarazarse de aquellas impresiones corporales se alternan con sueños, relatos y recuerdos. Lo impensado comienza a ser pensado y compartido a partir del encuentro con un otro que puede contener y tolerar eso impensado. Deja de vivir en acto aquel abuso que sufre hace 25 años para evocarlo en recuerdo. Deja de ser presente, comienza a ser pasado y puede ser evocado. La posibilidad de recordar da lugar al olvido. 


Bibliografía 
  • Bion, W. (1962) Una teoría del pensamiento. En Volviendo a pensar. Buenos Aires: Homé 
  • Freud, S. (1896) Carta 52. En Obras Completas. Tomo I. Buenos Aires: Amorrortu 
  • Freud, S. (1900) La interpretación de los sueños. En Obras Completas. Tomo V. Buenos Aires: Amorrortu 
  • Freud, S. (1912) Consejos al médico. En Obras Completas. Tomo XII. Buenos Aires: Amorrortu 
  • Freud, S. (1919) Nuevos caminos de la terapia analítica. En Obras Completas. Tomo XVII. Buenos Aires: Amorrortu

Resumen 

Se presentará el material clínico de una mujer adulta que, a partir de los casos difundidos en los medios de comunicación sobre abuso sexual infantil, empieza a tener sensaciones en el cuerpo y ciertas dudas al respecto, recurre a una sesión de hipnosis y se le presenta una escena de abuso en su infancia. Luego de la hipnosis comienza a padecer crisis de angustia y dificultades para dormir, por lo que decide realizar la consulta con una analista. Las sesiones transcurren en un continuo intento de compartir lo que nunca pudo ser pensado, lo impensado de la sexualidad, eso incompartible que solo puede ser recordado en sensaciones en su cuerpo. En las sesiones sus palabras son pocas, pero abundan los afectos y emociones como improntas corporales que buscan ser codificadas, cifradas, retranscriptas para poder ser pensadas y compartidas. Lentamente los intentos de desembarazarse de aquellas impresiones corporales se alternan con sueños, relatos y recuerdos. Lo impensado comienza a ser pensado y compartido, a partir del encuentro con un otro que puede contener y tolerar eso impensado. Deja de vivir en acto aquel abuso que sufre hace 25 años para evocarlo en recuerdo. Deja de ser presente, comienza a ser pasado y puede ser evocado. La posibilidad de recordar da lugar al olvido. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario